No sé cómo se vive la semana santa fuera de Andalucía, pero como andaluza que soy y dado que nunca he vivido otra semana santa más que la de mi tierra os voy a hablar de lo que yo vivo todos y cada uno de los años de mi vida. Os voy a contar que tengo una vecina que ha estado todas las mañanas del mes de abril alegrándomelas con sus saetas, ensayando para cantarle con el corazón abierto a su amada virgen, pero de la misma manera que gocé escuchándola todas y cada una de aquellas mañanas me estremecí al verla cantarle, entre lágrimas, a su virgen rodeada por ciento de velas dentro de la iglesia.
Son muchas las personas que se pasan el año entero preparando aquel emocionante momento y de la misma manera que te emocionas viendo que gracias a esas personas que se dejan la piel durante todo el año para que tú disfrutes, te estremezcas, e incluso te emociones hasta el punto de llorar o que se te ponga la piel de gallina cada vez que ves como bailan a la virgen, o mueven al señor para que le haga una reverencia a su madre al encontrarse a mitad de camino, en cada paseillo, de la misma manera es indescriptible lo que sientes al ver deslizarse las lágrimas por las mejillas de todos aquellos que éste año se han visto privados de concluir todo su esfuerzo luciendo el trabajo de todo éste año, y todo porque el tiempo no se lo ha permitido.
Lo sé porque yo lo he vivido éste año y me emociono de la misma manera que lo estoy haciendo en el mismo instante en el que me encuentro redactando ésta vivencia.
